Los tres falsarios

A menudo los falsarios tienden a asociarse.

En este caso habían tres falsos maestros que se habían unido para apoyarse unos a otros con sus respectivas aranas y explotar a los incautos.

Con sus túnicas asedadas, sus lenguas, respetables barbas y conocimientos, eran capaces de deslumbrar a las gentes sencillas y así conseguir dinero, celebridad y poder.

Uno de ellos aseveraba que había hallado el elixir de la inmortalidad, y que un día se decidiría a compartilo con los demás; el segundo aseguraba que era capaz de levitar y que les mostraría tal proeza a aquellos que realmente se lo mereciesen; el tercero afirmaba ser un formidable clarividente y ver todos los peligros que ocultaba el futuro.

De este modo, estos charlatanes se aprovechaban sin ningún escrúpulo de la ingenuidad de sus devotos y conseguían pingües beneficios.

Pero el destino es insondable e impredecible, y antes o después demuestra su inexorable poder.

Para evidenciar aún más su santidad, los tres supuestos maestros anunciaron a bombo y platillo una larga peregrinación a pie y se pusieron en marcha. Iban por un camino serpenteante, bordeando un profundo precipicio, cuando se produjo un desprendimiento de tierra y cayeron al abismo encontrando la muerte.

El clarividente nada había visto,

El que podía levitar no flotó en el aire y,

El que había consegido la pócima de la inmortalidad fue el primero en encontrar la muerte.

Ninguno de los tres pícaros pudo burlar el destino.

Firmado.
El Destino

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