El hombre que se creía muerto

Se encontraba en cierta ocasión un hombre filosófico reflexionando en voz alta -Vida y muerte..., ¿quién puede decir lo que son?.-

Su mujer, que estaba trabajando en la cocina le oyó y dijo: -Los hombres sois todos iguales, absolútamente estúpidos. Todo el mundo sabe que cuando las extremidades de un hombre están rígidas y frías, ese hombre está muerto.-

El hombre quedó absorto por la sabiduría de su mujer. En otra ocasión, el hombre se vió sorprendido por la nieve, sintió cómo sus manos y sus pies se congelaban y se entumecían quedándose por momentos rígidas, así que pensó para sí -Sin duda estoy muerto-, pero otro pensamiento le asaltó de pronto:
-Si estoy muerto, ¿qué hago yo paseando?, debería estar tendido, como cualquier muerto respetable- y esto fue lo que hizo tumbándose en medio del camino.

Una hora después, unas personas que iban de viaje pasaron por allí y, al verle tendido junto al camino, se pusieron a discutir si aquel hombre estaba vivo o muerto.

El hombre deseaba con toda su alma gritar y decirles -Estáis locos o simplemente sois estúpidos, ¿no veis que estoy muerto?, ¿no veis que mis extremidades están frías y rígidas?- Pero se dio cuenta de que los muertos no deben hablar. De modo que refrenó su lengua.

Por fin los viajeros decidieron que el hombre estaba muerto y cargaron sobre sus hombres el cadáver para llevarlo al cementerio y enterrarlo. No habían recorrido aún mucha distancia cuando llegaron a una bifurcación. Una nueva disputa surgió entre ellos acerca de cuál sería el camino del cementerio.

El hombre aguantó cuanto pudo, pero al fin no fue capaz de contenerse y dijo -Perdón, caballeros, pero el camino que lleva al cementerio es el de la izquierda. Ya sé que se supone que los muertos no deben habllar, pero he roto la norma sólo por esta vez, y les aseguro que no volveré a decir una palabra.

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