Como la cera misma

Era un maestro que asistía personalmente a un discípulo y no deseaba que éste se entregase solo a la meditación y dejara de lado la generosidad a los desvalidos, ya que la sabiduría radica en combinar la disciplina mental con las acciones generosas. Por eso, enviaba a su discípulo al atardecer a que prestase ayuda a los que la necesitaban.

Una de esas tardes, el joven aprendiz se dirigió a asistir a leprosos y estuvo ayudando a los enfermos a comer y a vestirse. Tras regresar a donde se encontraba el maestro, éste le preguntó:

- ¿Cómo te ha ido hoy?

- Muy bien maestro, he ayudado a los leprosos, todo el mundo estaba contento conmigo. He preparado comidas, les he ayudado a comer, a vestirse..., me han reconocido tanto mi ayuda que hasta el director del centro me ha felicitado. La verdad es que lo he hecho muy bien.

Fuera de la morada del maestro rondaban animalejos, a lo que el maestro cogió la vela que estaba encendida y la arrojó a un pequeño fuego que había en el exterior para avivarlo y espantar así a las alimañanas. El joven observó la acción de su maestro y de forma atónita le preguntó:

- ¿A qué viene este acto?, preguntó con cierta reprobación.

El maestro respondió:

- ¿Cómo que a que viene?, es una enseñanza que también debes aprender. ¿Ves cómo se derrite la cera de la vela en la hoguera?, pues de la misma forma se disipan los méritos de las buenas acciones de las que uno se vanagloria.

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