Las tres semillas

Hace mucho, mucho tiempo. El rey Salomón, disfrazado, solía por las noches salir a pasear por la ciudad de Jerusalén. En una de esas noches fue atacado por tres desconocidos que querían atracarlo y matarlo. Pero un joven que estaba por allí, sin saber que se trataba del rey, corrió a socorrer a aquel hombre que estaba en apuros. Puso en fuga y el rey se dio a conocer. Este dándole un anillo de oro le dijo al joven que al día siguiente fuese al palacio donde sería recompensado.
El joven se vio ya poseedor de grandes riquezas y esa noche no pudo conciliar el sueño pensando en carros de oro.
A la mañana siguiente fue al palacio tal y como se lo había dicho el rey. Este lo recibió y le dijo:
- Por tu valentía te daré uno de los mayores tesoros que poseo. - y a una orden suya trajeron un cofre ricamente ornamentado.
El joven supuso que estaría lleno de piedras preciosas, y por eso al abrirlo quedó sorprendido al ver que sobre una almohadilla de terciopelo había tres semillas. El rey captó la decepción del joven y dijo:
- No son semillas corrientes.
- El joven entonces se alegró de pensar que sin duda las semillas tendrían poderes mágicos y arcanos. Preguntó:
-             ¿Qué propiedades tienen estas semillas?. –
- Son las semillas de la abundancia. - contestó el rey - Para conseguir la abundancia has de plantarlas y regarlas. Pero no puedes regarlas con agua corriente. Para que crezcan habrás de regarlas con lágrimas y sudor, y si eso no funciona entonces habrás de regarlas con sangre. -
El muchacho quedó totalmente desilusionado. No era eso lo que esperaba por haber salvado a su rey. Sólo acertó a decir un "Gracias" y se fue. El rey se levantó para ir a sus aposentos y al mirar de nuevo al joven vio cómo este tiraba las tres semillas a un rincón.
El ayudante del rey también lo vio y le preguntó al rey Salomón si debía arrestar al joven por tratar con desdén el regalo del rey. El rey Salomón dijo:
- No, ese joven nunca obtendrá la abundancia porque no está dispuesto a sacrificarse. -
Entonces el ayudante preguntó: - ¿Si para conseguir la abundancia hay que sacrificarse derramando lágrimas, sudor e incluso sangre?. ¿Cómo es posible que personas bien conocidas por no hacer nada de eso tengan una gran abundancia?.
A lo que el rey Salomón contestó: - Para que las semillas de la abundancia crezcan siempre hay que regarlas con lágrimas, sudor y sangre. Así lo han hecho esas personas, pero para ello han utilizado las lágrimas, el sudor y la sangre de otros. - y añadió - ahora tráeme mi manto, porque hemos de buscar a alguien para entregarle las semillas de la abundancia.

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