Un anciano que vive en la luna, sale cada noche y busca entre
las almas aquellas que están predestinadas a unirse en la tierra, y cuando las
encuentra las ata con un hilo rojo para que no se pierdan.
Hace mucho tiempo, un emperador se enteró que en una de las
provincias de su reino vivía una bruja muy poderosa que tenía la capacidad de
poder ver el hilo rojo del destino y la mandó traer ante su presencia.
Cuando
la bruja llegó, el emperador le ordeno que buscara el otro extremo del hilo que
llevaba atado al meñique y lo llevara ante la que sería su esposa.
La bruja accedió a esta petición y comenzó a seguir y seguir
el hilo. Esta búsqueda los llevo hasta un mercado en donde una pobre campesina
con un bebé en los brazos ofrecía sus productos. Al llegar hasta donde estaba
esta campesina, se detuvo frente a ella y la invitó a ponerse de pie e hizo que
el joven emperador se acercara y le dijo:
– “Aquí termina tu hilo”.
El emperador al escuchar esto enfureció creyendo que era una
burla de la bruja, empujó a la campesina que aún llevaba a su bebé en los
brazos y la hizo caer haciendo que el bebé se hiciera una gran herida en la
frente. Ordenó a sus guardias que detuvieran a la bruja y le cortaran la
cabeza.
Muchos años después, llego el momento en que este emperador debía casarse y su corte le recomendó que lo mejor era que desposara a la hija de un general muy poderoso. Aceptó y llegó el día de la boda y el momento de ver por primera vez la cara de su esposa, la cual entró al templo con un hermoso vestido y un velo que la cubría totalmente.
Al levantarle el velo vio por primera vez que este hermoso
rostro tenía una cicatriz muy peculiar en la frente, “una cicatriz que él mismo
había provocado al no ver al destino que había pasado frente a él”.
Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están
destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo
rojo se puede estirar, contraer o enredar, pero nunca romper.
Leyenda japonesa. Enviado por Mariela Guido
Paulo Coelho dijo:
ResponderEliminar“Dicen que a lo largo de nuestra vida tenemos dos grandes amores; uno con el que te casas o vives para siempre, puede que el padre o la madre de tus hijos. Esa persona con la que consigues la compenetración máxima para estar el resto de tu vida junto a ella.
Y dicen que hay un segundo gran amor, una persona que perderás siempre. Alguien con quien naciste conectado, tan conectado que las fuerzas de la química escapan a la razón y les impedirán, siempre, alcanzar un final feliz. Hasta que cierto día dejará de intentarlo. Se rendirán y buscarán a esa otra persona que acabarán encontrando.
Pero les aseguro que no pasarán una sola noche, sin necesitar otro beso suyo, o tan siquiera discutir una vez más.
Todos saben de qué estoy hablando, porque mientras estaban leyendo esto, les ha venido su nombre a la cabeza.
Se librarán de él o de ella, dejarán de sufrir, conseguirán encontrar la paz (le sustituirán por la calma), pero les aseguro que no pasará un día en que deseen que estuviera aquí para perturbarlos.
Porque, a veces, se desprende más energía discutiendo con alguien a quien amas, que haciendo el amor con alguien a quien aprecias”.
NO ME GUSTO PARA NADA
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