Había un rey que quería saber qué era peor, si ser tacaño o ser envidioso; entonces tomó a dos personas y les dijo:
- A uno le daré todo lo que me pida, pero al otro le daré el doble.
Entonces el envidioso dijo:
- A ver si lo he entendido bien, rey, ¿todo lo que te pida me lo darás pero al otro le darás el doble?
- Sí -dijo el rey.
Entonces le dijo el envidioso al avaro:
- Pida usted primero.
- Faltaría más -dijo el avaro-, primero los caballeros.
Que sí, que no. Así estuvieron un rato intentando cada ceder su turno en el pedir, y así obtener el doble que el otro. El rey empezaba a impacientarse ante tal situación; entonces el envidio dijo:
- De acuerdo, yo pido primero; ¡que me saquen un ojo!
Y en contraste con la cara de horror del avaricioso, una siniestra sonrisa se dibujaba en la del envidioso.
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