Cuentan que un explorador viajó al Ántártico en busca de nuevas zonas por descubrir acompañado de otros valientes exploradores y un guía de la zona.
Encallaron el barco en el hielo, bajaron del barco y mientras estaban escrutando el enorme desierto helado que tenía ante sí para lograr situarse, de repente se fijó en su guía nativo. El hombre estaba tiritando violentamente.
- ¿Frío?-, preguntó el explorador.
- No-, replicó el guía.
El explorador volvió a su brújula y siguió calculando su posición, sin dar mayor importancia a la acción incontrolada que realizaba su acompañante. Un momento más tarde se volvió a percatar que su guía continuaba tiritando de una manera descontrolada.
- ¿Frío?-, repitió, - ¿necesitas algo de abrigo?
- En absoluto-, respondió el hombre tranquilamente.
El explorador le miró.
- ¿Entonces por qué tiritas?-, preguntó.
Su guía le miró extrañado.
- Para no tener frío-, dijo.
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