Indecisión

Iba un hombre caminando por el bosque. Andaba pensativo porque desde hacía tiempo, tanto que no recordaba cuánto, se sentía muy insatisfecho y triste No encontraba el menor sentido a su vida y la melancolía iba ganándole terreno. ¿Para qué vivir?, se preguntaba. Caminaba cabizbajo y, de repente, tropezó con una piedra preciosa muy bella que estaba en el camino. La tomó delicadamente entre los dedos y, tras quitarle el polvo, comenzó a contemplarla con detenimiento. ¡Qué piedra tan bella!, pensó. De súbito, mientras la contemplaba, vio, en el fondo sin fondo de la piedra, el rostro de una bella hada. Era aún más hermoso que la propia piedra, quizás lo más hermoso que nunca nadie hubiera podido llegar a imaginarse. Tanta belleza hizo que sus piernas temblaran.


El hada le observaba con unos ojos inmensos y expresivos de bondad, el hada despegó sus labios carnosos color frambuesa para decir:

– Soy el hada del bosque, puedo otorgarte cualquier deseo, pero sólo uno. Hombre triste, pídeme lo que quieras y te lo concederé.

Aquellas palabras alcanzaron lo más profundo del corazón del hombre, quien todavía estaba embelesado con aquella prodigiosa piedra en la que habitaba un hada tan maravillosa.

– Pídeme lo que desees – insistió el hada.

Era tan armoniosa y a la vez sincera aquella voz, y había tanta ternura en aquella mirada, que el hombre triste de repente descubrió que el hada haría lo que resultase mejor, por lo que dijo:

- Maravillosa hada que moras en el inconmensurable brillo de esta preciosa piedra, sólo te pediré lo siguiente: haz aquello que tú consideres lo mejor.

Y el hada entonces repuso:

- ¡Oh, amigo mío, eso fue lo que me pediste cuando eras un animal y te convertí en el hombre que ahora eres!

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