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El fin está cerca


Jugar al baloncesto era una de las actividades que más odiaba Aquilino. No entendía por qué había que coger una pelota redonda, dura y áspera para tener que introducirla en una cesta que está a más de dos metros de altura cuándo él apenas medía 1,40 metros. La fuerza bruta que tenía que emplear para ello se hacía insufrible, unido a la presión de sus compañeros que le golpeaban para que soltase la pelota.

Lo tenía decidido. Urdiría un plan para acabar con su carrera deportiva.


En el partido más importante de la liga, a falta de 10 segundos para el final y con el resultado de empate a 43, la pelota le llegó a nuestro protagonista, se aferró a ella, sacó del calzón un clavo puntiagudo y ante la cara de estupefacción de todos los presentes pinchó el balón dejándolo inservible para toda la eternidad. El partido se tuvo que suspender, el resto de pelotas encontradas en 25 kilómetros a la redonda aparecieron asesinadas con un certero pinchazo originado al parecer por la misma arma homicida.

Autor. Robert Mendoza

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